Platero juega con Diana, la bella perra blanca que se perece a la luna creciente; con la vieja cabra gris, con los ni±os...
Salta Diana, ßgil y elegante, delante del burro, sonando su leve campanilla, y hace como que le muerde los hocicos. Y Platero, poniendo las orejas en punta, cual dos cuernos de pila, la embiste blandamente y la hace rodar sobre la hierba en flor.
La cabra va al lado de Platero, rozßndose a sus patas, tirando, con los dientes, de la punta de las espada±as de la carga. Con una clavelina o con una margarita en la boca, se pone frente a Θl, le topa en el testuz, y brinca luego, y bala alegremente, mimosa igual que una mujer...
Entre los ni±os, Platero es de juguete. íCon quΘ paciencia sufre sus locuras! íC≤mo va despacito, deteniΘndose, haciΘndose el tonto, para que ellos no se caigan! 1C≤mo los asusta, Iniciando, de pronto, un trote falso!
Claras tardes del oto±o moguere±o! Cuanto aire puro de octubre aula los lφmpidos sonidos, sube del valle un alborozo idφlico de balidos, de rebuznos, de risas de ni±os, de ladridos y de campanillas...